jueves, 29 de septiembre de 2022

Exhibiciones

El sábado 24 de setiembre fue un día particularmente intenso en la producción de comentarios de fondo en medios. Comencemos por Carlos Basombrio, que en redes sociales se preguntaba ese día por qué el poder atrae a tantas personas con perfiles corruptos e historias violentas o abiertamente depravadas. Debo advertir que la respuesta a esta pregunta no conduce a buenas noticias. Para hallarla es preciso bucear en la compleja dinámica que mantienen la clandestinidad y la exhibición en los perfiles de determinados personajes. Ya decirlo es, por cierto, es alarmante.


El Dorian Grey de Óscar Wilde recuerda al Narciso de la mitología griega. Un mito usado por Freud para describir a quienes solo se satisfacen ante su propia imagen trazada en un lienzo o en el agua o en un espejo. Basta agregar al personaje una historia marcada por el crimen. Porque el crimen es siempre clandestinidad, y lo que se hace en escenarios cerrados no se refleja en el espejo. La mezcla del crimen con un personaje como los que describe el mito de Narciso o la novela de Wilde puede conducir a una enorme frustración que solo se alivia amplificando el espejo, multiplicando la propia exhibición. Que mejor ejercicio de reemplazo que transitar desde la clandestinidad a la política. La política, especialmente si no tiene filtros ni contenciones, se ofrece como enorme, borroso y enorme espejo alterno. El Jocker de Tim Burton quiere ser alcalde de Ciudad Gótica. Y si la ciudad no tiene filtros ni límites acaso pueda llegar a serlo.


Nuestra política no tiene filtros ni límites. Por eso  no sorprende que, como decía Carlos el 24 al proponer esa pregunta, haya tantos personajes perversos a los que “atrae la política como a las moscas la miel”. 


Pero estas escenas no tienen solo una explicación basada en perfiles. También están las cuestiones estructurales. El mismo 24 de setiembre Jaime de Althaus y Gonzalo Zegarra, por cosas del azar, nos ofrecieron dos respuestas distintas a la misma pregunta, aunque quizá sin saber que acaba de ser formulada. Digamos, a pocos días de las elecciones regionales y municipales, Carlos, Jaime y Gonzalo parecen estar preocupados por lo mismo, por simple convergencia, y pensando desde enfoques distintos. 


Jaime reeditó una lectura de las cosas que presentó originalmente en 2011: nuestra última regionalización, sostenida como está a partir del reparto del canon y de fondos del gobierno central y no de la gestión sobre fondos originados en impuestos recaudados en cada zona, no tiene como generar una ciudadanía organizada para fiscalizar a sus autoridades. Lo que genera son clientelas que sostienen candidatos a los que hacen visibles intentando captar votos y esperando que el ganador retribuya el apoyo recibido incluyéndoles en las redes de reparto de contratos y fondos que se firman en base a alianzas corruptas. Gonzalo nos ofrece en complemento: quienes juegan este juego no creen que la economía genere riqueza; creen que la economía se agota en la apropiación o el reparto de lo que ya ha sido puesto sobre la mesa, de modo que el objetivo del torneo es acaparar lo más que se pueda, no crear nada nuevo. Desde ambos lados, desde la conformación de una sociedad que no tributa y desde la “mentalidad de suma cero”, que solo piensa en repartir lo que ya existe, la política se convierte en un escaparate en el que determinados colocadores de candidatos conformarán la oferta electoral eligiendo personajes manejables, alienados, dependientes de quienes retienen en sus manos las llaves de todas las puertas a través del dinero que se sigue gastando en campañas que no hace más que levantar escaparates de exhibición a los que se suben demasiadas personas que solo buscan exhibición. El poder que se forma de la conjunción de estas tres entradas es el mismo: un poder que no agrega valor y que expone a la ciudadanía al copamiento de cargos públicos por personajes sin ideas o sin escrúpulos o acaso francamente y abiertamente pervertidos.  


El poder, en la versión que nos impregna, se forma con demasiada frecuencia desde las sombras de la clandestinidad. 

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