De nuevo sobre Alberto
Fujimori
César Azabache
Caracciolo
¿Para qué puede
usar Fujimori su documento de identidad en el Japón? Las respuestas sencillas
siempre son las más importantes: Con una serie de nuevos escritos y fotocopias
del documento de identidad, puede resolver los problemas formales que parece
haber tenido su nuevo abogado, César Nakasaki, para intervenir a su nombre en
los procedimientos judiciales locales. También puede comenzar a suscribir
nuevas comunicaciones ante autoridades locales (¿la ONPE tal vez?). Podrá votar
en abril del 2006. También puede protocolizar contratos y poderes ante el
propio Consulado. Formalmente el Consultado no está autorizado para ejercer
facultades de policía en su sede. Dado el rechazo previo del caso por la INTERPOL
del Japón, el Cónsul no tiene a quien requerir una intervención urgente. De
modo que todas las especulaciones sobre si se le debió o no detener sólo
provienen de la falta de información pública que existe sobre las atribuciones
de los consulados.
Estos antecedentes demuestran hasta
qué punto fue desproporcionado el revuelo que provocó entre nosotros la visita
de Fujimori a uno de los consulados del Perú en Japón. Quizá no hayamos acabado
de aceptar que, dentro del Japón, Fujimori no se está escondiendo, sino que
vive como . es un prófugo convencional. Por costumbre nos representamos al
prófugo como un sujeto escondido, que no quiere ser visto por nadie, que escapa
permanentemente y que debe ser capturado ahí donde se le encuentre.
Probablemente muchos de los prófugos por crímenes de los noventa estén en esta
condición. Pero hay otros que no. Podemos citar, por ejemplo el caso de
Borobbio, cuya extradición fue rechazada por las autoridades chilenas, o, con
mayor precisión, los señores Crussillat, que gozaron de libertad desde el
inicio de su proceso de extradición hasta que decidieron escapar. En todos
estos casos la libertad de quien se ha escapado es evidente, y con ella la
posibilidad, que no debe sorprender, de que se comporte como cualquier otro transeúnte.
Sin embargo hay una segunda cuestión
por analizar. Causó molestia la decisión del Juez chileno que dejó en libertad
a Borobio y causó molestia la decisión del Juez argentino que autorizó la
libertad de los señores Crussillat. Pero después de producidas ambas
decisiones, llamó poco la atención de todos el que se desenvolvieran
normalmente como cualquier otro inmigrante en el país de residencia. ¿Porqué
una reacción tan explosiva ante las imágenes de Fujimori ante las cámaras,
caminando por uno de los Consulados del Perú en Japón? Hemos concedido a
Fujimori tiempo en televisión y radio y espacio en prensa escrita mayores a los
que normalmente pueden lograr nuestros principales candidatos a la presidencia.
Hemos especulado sobre el lanzamiento de un nuevo candidato de su agrupación,
sobre la identidad de sus acompañantes, sobre una puesta en escena montada con
la intención de montar un espectáculo de desprecio a las autoridades…. ¿Cuándo
dejaremos de tenerle miedo?
El miedo a Fujimori. Todos ocultamos
y negamos el miedo que podemos sentir. Una de las manera más frecuentes de rechazarlo,
y convencernos que no lo sentimos está en atacar a objeto de nuestro miedo.