miércoles, 15 de julio de 2009

El dilema de la devolución


El dilema de la devolución
César Azabache Caracciolo

Al aceptar los hechos de la acusación, el juicio sobre los 15 millones ha quedado convertido en una cuestión sobre el significado y alcance de las normales legales aplicables al caso. Por definición, un debate de este tipo ocupa menos tiempo y tiene menor fuerza comunicacional que un debate organizado sobre declaraciones de testigos. Esto es una primera ventaja para la defensa. Pero la defensa aspira a más. Aspira a apoderarse del significado de la acusación.
La defensa ha anunciado su consigna para este juicio. Si la consigna del juicio anterior fue “No hay pruebas”, en este juicio se ha sostenido ya (y probablemente comience a repetirse) que “Fujimori devolvió los 15 millones”. Fiscalía y Procuraduría han contestado negando que la entrega de 15 millones al Ministerio de Defensa efectuada después de la transferencia original de los fondos pueda ser considerada una devolución, porque Montesinos envío “sus 15” al exterior, y Fujimori devolvió “otros 15”. Además han recordado que la devolución del dinero, aunque fuera cierta, no dispensa de responsabilidad penal a quien ya ha desviado fondos del Tesoro. Sin embargo, y más allá del debate legal, la frase “Pero finalmente devolvió el dinero” tiene mucha mayor potencia comunicacional que la frase “La entrega de 15 millones de origen desconocido, no es devolución”. De hecho ofrece al fujimorismo una buena coartada en un caso en el que se pensó que no tendría respuesta. Y es que condenar al acusado “que devolvió 15 millones” no sería lo mismo, institucionalmente, que condenar a quien autorizó el empleo sistemático de fondos públicos para fines personales, entre ellos, esta última entrega. Y la acusación trata sobre el significado de esta última entrega, no sobre el dilema de la devolución.
Fiscalía y Procuraduría han insistido en que no hay explicación para la existencia de esos “otros 15”, que aparecen en la escena de la devolución. Al hacerlo reconocen indirectamente no tener evidencias concluyentes sobre su origen. Fujimori aparece en esta escena nada menos que con el señor Aritomi, por mucho tiempo embajador de Perú en el Japón, prófugo y aparentemente principal eslabón del caso Fundación Apenkai. Según la Fiscalía, Apenkai habría sido usada para recaudar fondos de ayuda para el Perú en el Japón y desviarlos hacia cuentas privadas. La Fundación habría mantenido su posición en este carrusel reportando, como si fueran propias, obras que en verdad fueron hechas con fondos del SIN. La presencia del señor Aritomi en la escena, es, entonces, muy sugestiva. Fujimori necesita 15 millones. No los tiene a la mano. “Se hace un préstamo” con fondos del Estado, aparece el señor Aritomi, y de inmediato Fujimori devuelve el préstamo. ¿Dónde estaban los fondos, tal que se necesitaba esta especie de “stand by” informal mientras llegaban los “otros 15” que trajo el señor Aritomi? ¿El uso de esta suerte de crédito “stand by” informal, ya aceptado por la defensa, no sugiere la existencia de un procedimiento de desviación de fondos previamente establecido? ¿Nos aclarará esto la defensa en su alegato final?
Esas son las cuestiones de este caso, y a ninguna de ellas responde la consigna de la devolución, que hay que encontrar, para todos los fines, sugerente, pero fuera de lugar.