La defensa de
Fujimori
César Azabache
Hace algunos días
el movimiento “Sí Cumple” anunció su ingreso al sistema político. Ayer
Fujimori, líder natural de esa agrupación, parece haber acreditado a la defensa
que le representará en los procedimientos en su contra. A la fecha nadie ha
dudado de su firma. Hay que preguntarse entonces por el significado de estos
actos.
Hasta ahora Fujimori ha abierto dos
espacios de comunicación política: Primero uno virtual, en la Internet; luego
uno radial. A través de ellos, ha presentado repetidas veces su defensa: El ex
Presidente reconoce su responsabilidad política por Montesinos. Pero declara no
haber ordenado a aquel hacer lo que hizo. Fiscalía y Procuraduría sostienen que
es imposible aceptar que el Presidente no supiera lo que pasó durante los 10
años de su gobierno, y que en la posición que ocupaba, no impedir lo que pasó,
no investigar lo que pasaba y no sancionar a los responsables lo hace
responsable por los crímenes cometidos.
Discutir asuntos como los casos Bozzo,
Chumpitaz o “geishas” ha hecho que en nuestro medio queden de lado debates de
fondo, como los casos de derechos humanos, “MIG 29”, “cuentas suizas”,
“transferencias del Presupuesto” o “armas para las FARC”, ahora en juicio.
Paralelamente Fujimori parece haber acentuado su presencia comunicacional. Su
ubicación en las encuestas políticas muestra un nivel de respaldo que hay que
tener en cuenta. Las encuestas revelan que su versión de las cosas es percibida
por un número importante de peruanos como más que una simple coartada.
Probablemente la minoría que le respalda no podrá llevarlo nuevamente a la
Presidencia. Pero representa bastante bien el camino que falta recorrer para
que las serias acusaciones que pesan en su contra logren representar algo equivalente
a una condena moral categórica y definitiva.
Así las cosas Fujimori parece sentirse
listo para abrir (o enfrentar) un tercer espacio comunicacional: El judicial.
Fujimori va a defenderse en el proceso. Sabe, sin duda, que no es necesario que
acepte las órdenes de detención dictadas en su contra antes de hacerlo. El
derecho a la defensa le permite emplear abogados y actuar a través de ellos sin
restricciones. Así, desde ahora tendrá acceso ilimitado a los expedientes
judiciales, y podrá contestar a sus acusaciones usando los espacios que ha
generado a su favor en Internet y en la radio. Fujimori provocará una suerte de
comunicación indirecta con quienes le juzgan, creando una dinámica en que
eventualmente, podría terminar incluso derrotando a la acusación sin necesidad
de regresar al Perú.
Durante los últimos cuatro años las
condenas políticas a Fujimori han sido indiscutibles. Pero la fuerza de las
consideraciones políticas decae con el tiempo. Procedimientos judiciales como
estos son, por naturaleza, largos. Por eso, una acusación seria necesita
bastante más que respaldo político. Necesita de pruebas y reglas que sean
fáciles de entender para todos y necesita validarse en un debate serio y
ponderado que comprometa a todos sin distinción.
La aparición de Fujimori en el proceso
obliga a tomar en serio el debate lo que está en juego. Si la democracia
depende del respeto a las minorías, depende también de la independencia de los
jueces. Aquí tenemos una oportunidad inmejorable para demostrar que, a pesar de
todo, sabemos vivir en democracia.