lunes, 16 de mayo de 2011

En busca de un punto de equilibrio


En busca de un punto de equilibrio
César Azabache Caracciolo

En un artículo publicado en esta misma página (El Comercio, 9/05/2011) Jose Daniel Amado Vargas nos ha ofrecido una opción interesante para resolver el dilema que contiene la elección de junio. Si la cuestión en juego proviene de la desconfianza que inspiran ambos candidatos, entonces deberíamos concentrarnos (dice él, más allá de los compromisos y juramentos) en fortalecer y prepararnos para usar intensivamente aquellos mecanismos institucionales que han sido diseñados para contener cualquier exceso del Ejecutivo y equilibrar el juego de poderes. En concreto, el artículo de Amado Vargas invita a trasladar nuestras expectativas de orden y estabilidad, desde la elección del Presidente, hacia la designación del Gabinete entrante, en especial del Primer Ministro, y de las principales magistraturas que deben ser cubiertas por elecciones del parlamento en el segundo semestre.
Creo que es una buena idea. Una Presidencia del Consejo de Ministros fuerte operó como llave para resolver los problemas de confianza que provocaron en determinados momentos los gobiernos de los Presidentes Toledo Manrique y García Pérez. Tal como quedó establecida desde la transición de Paniagua, la Presidencia del Consejo de Ministros puede funcionar con enorme vitalidad como eje de articulación de las relaciones entre el Ejecutivo, el Parlamento y el electorado. Y puede ofrecer una alternativa de equilibrio que nivele la sensación de desconfianza e imprevisibilidad que ofrecen, desde más de un punto de vista, los actuales candidatos. Trasladar el baremo de elección desde el candidato y la minoría a la que representa al poder de convocatoria y la estabilidad del próximo gabinete puede ser una excelente idea. Por ello, exigir a los candidatos que sean capaces de presentar sus opciones de Gabinete y de Primer Ministro no sería en absoluto inoportuno. De hecho, creo que nadie aceptaría que las dos candidaturas en carrera puedan haber pasado por alto a estas alturas que necesitarán un gabinete fuerte si ganan las elecciones. Y estamos a menos de un mes de los comicios finales. No tendría sentido entonces que los candidatos pretendan "prematuro" discutir sobre el modo en que se conformarían sus próximos equipos ministeriales a estas alturas. De hecho, la cuestión sobre la identidad del gabinete puede ser la llave necesaria para alejarnos del dilema de elegir la opción en la que menos desconfiamos, para abrirnos las puertas a un voto seguro y reorientado sobre nuevas bases.
                Pero la cuestión del Gabinete y el Primer Ministro no es la única en la agenda. Las crisis institucionales se expresan en cuatro foros: los medios de comunicación, el parlamento, la judicatura y el Tribunal Constitucional. La cuestión sobre la preservación de independencia de los medios ha sido ya puesta en debate. La independencia del parlamento puede resultar de sostener los esfuerzos ya iniciados por consolidar el equilibrio que produce un resultado "a tres bandas" como el que parecen haber producido las elecciones. La independencia de la judicatura, y por extensión de las Fiscalías, parece asegurada por diferentes razones por la investidura de los señores San Martín Castro y Peláez Bardales al frente de cada una. La cuestión por resolver, entonces, proviene de la elección que viene de dos miembros del Tribunal Constitucional. El señor Vergara Gotelli ha agotado su ciclo. El Presidente Mesías Ramírez está a punto de hacerlo. Más allá de los debates y las críticas que determinados fallos puedan haber producido, el Constitucional está llamado a consolidarse como uno de los principales factores de estabilización del sistema institucional en el siguiente periodo. No es para nada inoportuno entonces que comencemos a pensar, desde ya, en la forma de garantizar una selección inteligente de los nuevos miembros que integrarán el Constitucional.
                La lista debería incluir además la elección del nuevo Defensor del Pueblo. Y debería proyectarse también hasta asegurar la independencia de las entidades reguladoras.
De hecho, es aquí donde acierta Amado Vargas: Desconfiamos ahora de nuestra capacidad para mantener las bases de estabilidad que construimos en estos últimos 10 años. Fortalecer nuestros contrapesos institucionales y prepararnos para hacer funcionar el sistema de manera menos concentrada puede ser una buena manera de resolver la incertidumbre y terminar de alcanzar la madurez política que nos falta para consolidarnos como Estado.