domingo, 3 de octubre de 2021

Después de las cenizas


La muerte de Guzmán parece abrir un ciclo de reemplazos en las representaciones políticas de quienes han heredado o pretende heredar el imaginario del senderismo, en la versión corregida por Guzmán después de su captura. 

Conare no existía en tiempos del Movimiento de Obreros y Trabajadores Clasistas, que fracasó en su intento de desarrollar un frente sindical senderista basado en el recurso a paros armados. Conare fue impulsada originalmente por Puka Llacta (los llamados “Pukas”), una escision maoísta de Patria Roja asentada en el sur andino que decidió respaldar al senderismo. Conare recibió en su seno a cuadros que venían de Movadef y de su entorno, pero ahora está siendo reemplazado por el Fenate. Movadef fue creado de varias maneras como sucesor del antiguo Movimiento de Defensa de los Derechos del Pueblo que surgió como periferia del senderismo después del congreso de 1988, en tiempos del Movimiento de Obreros y Trabajadores Clasistas. Pero Movadef fracasó en su intento por inscribirse como partido en 2012; fracaso en su intento por construir un mausoleo como símbolo de permanencia del ideario original de Guzmán y fracasó en el intento de construir un mito a partir de sus restos, ahora convertidos en cenizas dispersas. 

No es imposible que ahora, dispersadas como están las cenizas de Guzmán, Movadef desaparezca y sus militantes migren a la organización en formación que Maraví respalda o representa, el Partido Magisterial y Popular. Si esto ocurre, la aparente fractura de la banda de PL será en realidad la partida de nacimiento de una nueva versión del senderismo, la de los herederos de la primera generación, que habrán alcanzado el objetivo trazado por Guzmán después de su caída en 1992: Lograr la permanencia de su ideario en una versión sostenible dentro del sistema político.

Difícil sin duda seguir las siglas que marcan la ruta de esta historia. Su confusa sucesión forma una suerte de Macondo que parte del senderismo e intenta instalarse en la extrema izquierda, conservando sin embargo el legado que pretendió haber originado Guzman, simplemente la memoria del terrorismo. Quienes organizan estas variantes y mutaciones cuentan con que no podamos rastrear sus orígenes. 

De hecho, en su narrativa aparecen cortes de historia como el que ensayó Maraví el jueves. Básicamente, “yo no he sido condenado por terrorismo”. También podría haber usado “yo no fui parte del Comité Central del senderismo” porque no lo fue o “yo o estuve en el Congreso de 1988”, porque tampoco estuvo. Pero esas no son las preguntas correctas. Las preguntas correctas, lo dijo Cecilia Cebreros en twitter, debían redactarse en tiempo presente “¿qué opina usted de la dispersión de las cenizas de Guzmán?” “¿Cree usted que los senderistas en prisión son presos políticos o no?” “¿Encuentra justificado que se haya demolido el mausoleo de Comas?” “¿Cree usted que el JNE debe exigir a quienes quieran anotarse en el registro de organizaciones políticas una declaración concluyente sobre estos temas o sobre su vinculación o falta de vinculación con las organizaciones derivadas del senderismo o del emerrerismo o con sus idearios originales o derivados?” 

La historia de la instalación del ideario del senderismo en nuestro imaginario se está construyendo por desvinculaciones sucesivas que sin embargo postulan a la permanencia de una narrativa que idealiza el terror, que niega o distorsiona al extremo su sentido histórico. 

Importante entonces tener a la mano algo con que escribir y una hoja de papel, para jamás perder la pistas que dan sentido a estas historias.

Los delegados

Maraví se ha convertido en el eje de las controversias políticas de esta semana. De varias maneras el procedimiento que ha seguido el Congreso sobre él ha intentado reproducir el caso Béjar, que renunció antes de la investidura de agosto. Pero Béjar renunció después de que la Marina hizo cuestión de estado sobre su permanencia. Esta vez la crisis no ha incluido ninguna entidad ajena al par Ejecutivo-Parlamento.

Diferenciándose de Béjar, Maraví anunció desde el principio de la crisis que no renunciaría. Bellido, que había pedido su renuncia en la interna del gabinete, a finales de agosto, anunció que haría de su permanencia cuestión de confianza si el Parlamento intentaba censurarlo. Lanzado el desafío, la mayoría en el Congreso parece percibir que no le quedan reservas suficientes para eludir la confrontación una vez más. Mejor censurar a Maraví después de haber promulgado la ley de interpretación auténtica de la cuestión de confianza, que sin duda observará el gobierno en unos días. La ley, sostenible o no, puede servir como escudo temporal para derivar la controversia al TC.

Pasamos a un tiempo incierto sin solución a la vista.

Sin embargo, el caso Maraví representa problemas que le exceden. No es parte del entorno de Cerrón. Antes de las elecciones, Maraví rechazó una invitación de Castillo para sumarse a su cuota en la lista de PL al Parlamento. Su única acción política reconocida desde que es ministro ha estado instalada fuera de la agenda de Cerrón: conceder la inscripción como sindicato al Fenateperú, una agrupación formada por Castillo como segunda versión del Conare. El Conare, que Maraví ha aceptado ayudó a formar, ha sido señalado más de una vez como una de las últimas expresiones sindicales del Movadef. Los sectores que convergen alrededor del Fenateperú, nueva versión del Conare, pretenden lograr dos cosas que Movadef jamás logró: disputar al SUTEP la representación del magisterio e inscribir un partido ante el JNE. Entre tanto, PL y estos sectores parecen comportarse en el gabinete como aliados condicionales en un frente que también integran, pero con menos influencia y a cierta distancia, tres representantes de la izquierda progresista y cuatro independientes.

Desde estos antecedentes, la defensa que PL ha lanzado a favor de Maraví no parece concentrada en su persona. Parece arreglada a mantener los confusos procesos de esa asamblea de delegados en que han convertido al gabinete fuera de las manos de un Parlamento que fue diseñado en el 93 para no involucrarse en estas cosas más de dos veces.

Salvo excepciones, este gabinete, convertido en la asamblea de delegados, no gobierna, solo negocia y renegocia cuotas de influencia. A la larga esta manera de distorsionar su papel debería provocar el colapso del gobierno. Pero en lo inmediato ni siquiera estamos discutiendo la invalidez de su conformación interna. Sin notarlo, apenas discutimos si Maraví, instalado como delegado del sector que confluye en el Fenateperú, debe seguir ahí o no. En un manejo más perverso de las cosas, el propio Fenateperú podría promover su reemplazo sin alterar las cuotas de influencia que se han distribuido en el Ejecutivo. Para eso les bastaría con designar otro representante que responda a sus intereses. Invisibles como aún son podríamos ni siquiera percibir el reacomodo y la forma en que se reproducen las cuotas de representación en el gabinete. Acaso solo notemos que el nuevo delegado tampoco sería un especialista en políticas de empleo.

Tenemos al frente algo peor que solo un conjunto de malos ministros. Enfrentamos una deformación del gabinete que se desarrolla ante nuestros propios ojos, extraviados como están en una historia cuya magnitud no alcanzamos a entender.

Publicado en La República, el 3 de octubre del 2021.