sábado, 2 de octubre de 2004

Montesinos desde la oscuridad



Montesinos desde la oscuridad
César Azabache Caracciolo

Patético. Esa fue la impresión que me dejó el banal intento de Montesinos por enlodar a una periodista de la talla de Rosa María Palacios. Y fue la misma impresión que tuve anoche, cuando un persona de total confianza me comentó que el antes legendario "Doc" ensayaría intentos semejantes contra otros dos periodistas de renombre en estos días.
¿De qué se trata? ¿Un hábil intento por buscar profesionales que -con todo derecho - fueron contratados por el gobierno, por alguna administración o por alguna empresa vinculada durante los años 90? ¿Qué se intenta? ¿Que ellos también se sientan amenazados por el sistema? Quizá hace dos o tres años una maniobra de este tipo habría remecido a la opinión pública. De hecho, varios congresistas insospechables de pactar con los mensajeros de Montesinos han caído varias veces en el juego y se han esforzado por hacer casos legales contra profesionales que simplemente prestaron servicios a la administración o contra políticos que, también con todo derecho, creyeron en el lado modernizador que en su momento representó Fujimori. Pero ahora, intentos como estos llevan a una sola conclusión. El llamado "montesinismo" (ese fantasma binario tan útil para ocultar el presente) ya no representa una amenaza real. Así como en senderismo de Abimael está enfrascado en una lucha legal por salir de prisión lo antes posible, sin más alternativa que una fantasía de acción política, el montesinismo comienza a mostrar el agotamiento de un aparato que ya no es capaz de ver ni de manipular la realidad.
            Montesinos y sus mensajeros (¿no les queda ya grande el cartel de "mafia"?) se han pasado los últimos tiempos tratando de envilecer al sistema anticorrupción. Pero en el terreno comunicacional el que intenta manipular un mensaje queda siempre impregnado del mensaje que transmite. Con sus desmayos, sus silencios, sus cuestionables camisas de seda y cuello duro y los escándalos descontrolados de quienes intentan sumar a su favor, Montesinos ha envilecido su propia imagen aún más de lo que la envilecen sus acciones. Montesinos ya no se ve como aquel genio maligno que acumuló más poder que nadie en menos tiempo. Ahora se deprime, se enferma, se desmaya y pide tiempo. Quizá Montesinos piense que nos está proyectando una falsa imagen de debilidad para sacar ventajas de ello. Pero en este campo nadie elige los símbolos gratuitamente. Más allá de sus representaciones, el que elige presentarse como débil sólo proyecta una debilidad real que no es capaz de ver.
Quizá tanto tiempo en prisión haya convencido a Montesinos de que nosotros mismos, todos, seguimos encerrados dentro de las rejas en que en el pasado reciente nos atrapó usando sus controlados medios de comunicación y su "prensa chicha". Encerrado como está entre cuatro paredes y demasiadas cámaras de televisión Montesinos ya no ve la realidad. Quizá tenga la memoria congelada en el tiempo, en la última imagen de su propio poder, representada en su entrada triunfal al Palacio de Justicia, esposado, pero caminando por en medio del pasillo, escoltado nada menos que por el Presidente de la Corte Superior en persona. Quizá se represente la base naval como una versión disminuida de la cárcel que él mismo fabricó para sí en Chorrillos y en playa Arica. Quizá no se haya dado cuenta que hace mucho está encerrado en su propia prisión, la prisión de sus actos y que de ella no va a salir jamás. Quizá por eso piensa que nosotros tampoco podemos ver, ni salir. Y organiza su comportamiento como si fuera todavía capaz de manipular a un país de ciegos.