martes, 15 de marzo de 2005

Firmas, entrevistas y un juicio pendiente


Las firmas, la entrevista y el juicio pendiente
César Azabache

Si fueran ciertas las denuncias, los casos de “Perú Posible” y “Perú al 2000” podrían demostrar que después de la reforma a las leyes electorales de fines de los noventa se abrió en Lima una considerable oferta de llenado masivo de planillones por falsificación. La tan difundida diferencia entre el total de firmas presentadas (14 millones) y el total de electores (sólo 8) justifica que como sociedad pidamos aclaraciones.
            Contra mi desconfianza a las tesis conspirativas, en este caso debo reconocer que se justifica buscar una oculta mano negra. Sólo tiene sentido que se haya elevado tanto el requisito de firmas por dos razones: Que casi ninguna agrupación pueda inscribirse y que al menos algunas de las que lo logren tengan que vincularse al submundo de traficantes. De esa manera al menos algunas serían, en el futuro, políticamente vulnerables ¿No fue algo así lo que ocurrió en el sistema judicial? ¿No se llegó a un punto en que la mayoría de los grandes procesos tuvieron que acabar resolviéndose en la salita del SIN, con o sin pagos ilegales? ¿No fue así como se obtuvieron la mayoría de los videos de personas intachables reunidas para hablar con Montesinos?
            La fatal ambigüedad que reinó en este país a finales de los noventa obliga a ser rigurosos, pero muy cautos en el análisis de todos los casos de finales de los noventa. El que ahora se pretenda involucrar al Congresista Rey Rey con casos de firmas falsas, al mismo tiempo que se desplaza a segundo plano el debate sobre el caso “Perú al 2000” (¿nadie recuerda ya cuán próximo está ese juicio?) y se concentra la polémica pública en la posible declaración del Presidente, demuestra que los fundamentalismos pueden ser tan o más confusos que las propias maniobras de impunidad. Inocente o culpable, no es el Presidente Toledo quien va a aclarar qué ocurrieron las cosas en la inscripción de su partido. Y, dicho con el mayor respeto, tampoco es una Comisión del Congreso la que va a establecer la verdad del caso. Si algo debe hacer el Congreso en un tema de este tipo es asegurarse que las investigaciones de la fiscalía avancen razonablemente y sin ambigüedades, que los testigos sean protegidos y que nada dificulte la labor del Ministerio Público. Mal favor le hace a la justicia que el Congreso persista en ocupar el lugar que una sociedad corresponde a los tribunales de justicia..
No nos confundamos entonces. Más allá del protagonismo político que ha adquirido en estos días el incidente de la audiencia en Palacio, el descubrimiento de lo ocurrido no depende de lo que ocurra en esa hipotética entrevista. Sería una lástima que por intentar lo espectacular perdamos de vista lo decisivo. Si se trata de establecer la verdad, no nos paralicemos en el debate sobre una entrevista y abordemos el juicio que está por venir en su exacta dimensión.
¿Cuánto revelará el juicio por el caso “Perú al 2000”? ¿Logrará el proceso vincularse de alguna manera con las investigaciones ahora abiertas sobre el caso “País Posible”? No lo sabemos, dependerá del modo en que la Fiscalía y la Procuraduría planteen sus defensas para el juicio. Y dependerá de la manera en que, como sociedad, podamos exigir que, por una vez, los juicios sirvan para lo que deben servir, que es debatir por una vez y ante todos los hechos y los criterios con que debemos decidir colectivamente en asuntos morales que nos atraviesan como comunidad.