domingo, 21 de febrero de 2021

Tráfico de dosis y red de influencias

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Ni siquiera los números parecen estables. Al cierre de estas notas, son 479 personas identificadas, más de 200 que ni siquiera estaban vinculadas a los ensayos, las que recibieron dosis en prueba o ya autorizadas en estos últimos 6 meses.

En total, 1,200 unidades internadas al país a solicitud de la embajada China, no sabemos para qué. Otras 2.000 destinadas al tráfico interno.


Hasta hoy son 122 funcionarios por investigar; 8 negociadores, dos ministras y un expresidente que violaron de manera grosera las reglas sobre imparcialidad al intervenir o no detener el tráfico de estas dosis.


Pero ¿quién o quiénes decidieron que estas unidades ingresen al país? ¿Por qué 3,200? ¿Quién o cuántas personas eligieron a los beneficiarios no vinculados a las pruebas clínicas? Los estudiantes, los padres de quienes hicieron este reparto, sus hijos e hijas y las parejas que dependan de ellos, no todas, podrán alegar que confiaron en quien les dijo que podían vacunarse.


Algunos investigadores podrán alegar que confiaron en esa cláusula del protocolo que, aunque en violación de la imparcialidad científica, les permitía vacunarse. El trabajo de la fiscalía, más que extender la lista ciegamente, consistirá en encontrar a los responsables del internamiento de estos compuestos; identificar a quienes calcularon cuántas unidades necesitarían y a quienes organizaron el reparto de estas dosis.


Aquí se tejió una red. No se trata exactamente de una organización criminal, porque no parece tener la vocación de permanencia que caracterizó por ejemplo al “grupo Orellana”, entre otros tantos. Las redes son algo distinto a las organizaciones criminales, pero existen.


Reconstruirlas permite entender el modo en que se organizan los procesos de este tipo, aunque este que parece haberse interrumpido cuando aún quedaban las 861 unidades que ha encontrado la fiscalía estos días; aparentemente el saldo del lote de 2,000 y de las 400 unidades de respaldo que no se emplearon en las pruebas clínicas.


Las tesis sobre conspiraciones casi nunca aciertan, pero los crímenes de tráfico responden casi siempre a una conspiración. Lo que no sabemos es si la red de influencias que se tejió o se estaba tejiendo llegó a utilizarse efectivamente en algún momento, ¿este tráfico fue parte de las condiciones que determinaron que los primeros ensayos aprobados sean los de Sinopharm? ¿Quienes iban a recibir estas dosis retrasaron de alguna manera las negociaciones con otros laboratorios?

Sabemos que la red fue tejida. Sabemos que se le quiso encubrir mezclando autoridades y personas elegidas por ellas con investigadores, enfermeras, estudiantes, asistentes y voluntarios usados como pretexto o como factor de encubrimiento del tráfico. Lo que no sabemos es si la red fue usada alguna vez para algún fin en particular. Al menos no lo sabemos todavía.


Despejar estas dudas requerirá de las autoridades un plan de aproximación al gobierno chino y requerirá además una oferta abierta de clemencia a las personas que recibieron las vacunas; a Sinopharm y a sus representantes. Solo en base a estas aproximaciones las autoridades podrán obtener a una velocidad razonable los testimonios, los documentos y las demás evidencias que necesitan para completar esta historia.


Los procesos por delación y colaboración con la justicia siempre generan escenarios difíciles de manejar. Son procesos incómodos. Pero es imposible dejar de usarlos ante casos plagados de incógnitas como estos.


Esta es aún una historia incompleta. Tendrá culpables, arrepentidos e inocentes. Pondrá a prueba nuestra capacidad para ensamblarnos en pleno desmoronamiento de nuestra confianza en las autoridades.


Pero porque queremos recuperar la confianza, tendremos que intentarlo.


Publicado en La República el 21 de febrero de 2021


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