SEGURIDAD CIUDADANA
La
sostenibilidad del ministro Urresti
Por
César Azabache Caracciolo. Abogado
Resulta contraproducente persistir, como persiste
el Ejecutivo, en alejar todo contenido político del manejo de la seguridad
ciudadana. El problema de la seguridad ciudadana es resultado de nuestra enorme
incapacidad para asegurar de manera sostenida y extendida la vigencia de la ley
y el castigo a quienes la infringen en todos los niveles y ámbitos de la
sociedad.
La seguridad requiere como fundamento el
fortalecimiento de las instituciones que la soportan. Es imposible ofrecer
seguridad a las personas sin contar con una policía estrictamente pública (un
cuerpo de policía que trabaja para empresas privadas alternadamente no lo es),
procedimientos judiciales oportunos y fáciles de entender y condenas efectivas
cumplidas de manera visible para todos.
Contar con estos elementos requiere acuerdos claros
en materia de gasto público y desarrollo del sistema legal y estos acuerdos
requieren planes que puedan debatirse colectivamente, compromisos explícitos y
decisiones que todos sintamos como propias. El pragmatismo del ministro Daniel
Urresti va en dirección opuesta a estas condiciones. Confirma que el Ejecutivo
se niega a definir un plan de seguridad que merezca tal nombre y esto asegura
la pérdida de los dos años que median entre el presente y el 2016 en este
sector.
Sin duda, el pragmatismo del ministro Urresti
responde a esa actitud de rechazo que se ha impuesto entre nosotros desde los
primeros 90 hacia “lo político” entendido como si fuera una entelequia
abstracta y prescindible. Por eso el pragmatismo resulta tan atractivo.
Atractivo como rechazar la reimplantación del Senado, mirar con desinterés a
quienes usan cargos públicos para enriquecerse, mantener los partidos como
concesiones electorales, eludir el pago de impuestos o cruzar las pistas
saltando rejas para no desgastarse en el esfuerzo que representa usar puentes
peatonales.
La tasa de aceptación al primer mes del ministro
Urresti confirma que, como tendencia, los electores no buscan política en la
política interior. Buscan gestos escénicos y se hacen adictos a su repetición
con extrema facilidad. Como consecuencia, acortan el tiempo en el sector a tal
extremo que el propio ministro puede afirmar sin rubor que una designación como
la suya puede durar un mes o un año, cuando en Economía, donde la improvisación
es claramente imposible, el ministro Luis Miguel Castilla exhibe tres años de
continuidad ininterrumpida.
El pragmatismo que enarbola el ministro Urresti,
además de adictivo, es altamente corrosivo. Se traga su propia sostenibilidad y
lo hace a un ritmo cada vez más acelerado. El perfil que ha adoptado lo condena
al agotamiento y al recambio rápido. Y esto aún sin considerar que las
declaraciones de por lo menos dos testigos hacen casi inminente que sea llevado
a juicio en cualquier momento por el asesinato del periodista Hugo Bustíos
Saavedra.
En la otra cara de la moneda, un colectivo de
expertos independientes ha puesto ya sobre la mesa la plataforma de un acuerdo
mínimo en materia de seguridad ciudadana que, en mi opinión, merece ocupar un
lugar en la lista de acuerdos institucionales permanentes en que ahora están el
respeto a la libertad de prensa y la regulación del gasto público (véase
“Demandamos seguridad”, por Fernando Rospigliosi, El Comercio 20 de julio del
2014). ¿Nos alcanzarán los dos años que le quedan a este gobierno para
establecerlo como pacto inicial?
Publicado en El Comercio el 31 de julio del 2014
Publicado en El Comercio el 31 de julio del 2014
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