Cuando ganar equivale a perder
César Azabache
Los órganos públicos obtienen su
legitimidad de la consistencia de sus decisiones. Una decisión debe ser clara y
congruente; debe tomar en cuenta la forma en que se decidieron cuestiones
semejantes en el pasado, y debe hacerse cargo de cuanto representa e implica
para la comunidad. La responsabilidad en la comunicación institucional exige cuidar
que cada decisión represente una confirmación de la autoridad y de la
legitimidad pública del órgano que la emite. Y esto se aplica, aunque con
matices, tanto a un Juez como a un Ministro, a un Congresista o a un Consejero.
Pues
bien. No tengo manera de saber en este momento si fue justo o no que el señor
Romero sea destituido. Pero si me queda claro que el CNM no se hizo cargo del
significado ni de las consecuencias que van asociadas a reconsiderar una decisión
pública. En mi opinión, eso explica la dimensión de la crisis desatada.
En
CNM había optado ya por la destitución. El Señor Romero afirmó que el CNM tenía
derecho a reconsiderar sus decisiones, y solicitó una reconsideración. El CNM
confirmó que tenía en efecto tal derecho y cambió su decisión. El malestar
provocado por este cambio de decisión fue evidente, pero creo que no ha sido
correctamente explicado. Se ha dicho que dos Vocales han contradicho sus votos
anteriores, y se ha dicho también que las razones que dieron no parecen
suficientes. No me siento satisfecho por ninguna de estas dos razones. Por
definición, reconsiderar una decisión equivale a contradecirla, de modo que no
me sorprende el cambio en la votación. Y la suficiencia de las razones conduce
a un inevitable círculo vicioso: Si estamos a favor las razones nos parecerán adecuadas,
y si estamos en contra, insuficientes. Creo, por ello que el malestar que todos
sentimos debe explicarse de otra manera.
Repasemos el
asunto: La reconsideración es un procedimiento extremo. Supone que una entidad
respetable ha cometido un error muy grave y que no tiene sentido destituir a
sus miembros, precisamente porque son respetables. En un caso así la única
manera de recuperar la legitimidad afectada por el error es reconocerlo y
enmendar la situación. Pues bien, para que un error sea muy grave, debe
percibirse como un asunto que genera o puede generar una cuestión de Estado. En
consecuencia, si el señor Romero quería obtener una reconsideración, debió antes
demostrar que su salida del judicial había sido injusta y que representaba una
contradicción con lo que se supone que representa el CNM. Probablemente el
camino más sencillo para lograrlo habría sido explicarnos a todos porqué debe
volver a la judicatura. Si hubiera podido convencernos, entonces su pedido se hubiera
convertido en un reclamo atendible, y la reconsideración habría expresado la
solución a un reclamo que sería ya no sólo suyo, sino de alguna manera
colectivo. Este es el camino que no se ha transitado. El señor Romero y el CNM
han tratado la reconsideración como si se tratara de cualquier recurso y, con
ello han creado una fisura de legitimidad de proporciones mayores que ha
terminado involucrando al Congreso, donde además la crisis se ha tratado de una
manera lamentable.
¿Cómo revolver
el entuerto? Los problemas institucionales no se solucionan nunca complicando
más las cosas. Se solucionan simplificándolas. Si el señor Romero no se ha tomado
la molestia de explicarnos a todos, de manera clara y convincente, porqué debe
regresar al judicial, entonces debe hacerlo. Creo que todos merecemos oír esa
explicación. El CNM no se ha tomado la molestia de observar que su posición en
el sistema institucional se arriesga por definición cuando decide cambiar una
decisión ya adoptada. Entonces necesita más tiempo para aprender la lección. Probablemente
para expresar todo esto haya que anular la reconsideración y volver a poner en
debate el pedido del señor Romero. El señor Torres ha dado una muy buena razón
para justificar una anulación: Un pedido semejante del BCR parecería no haber
sido enteramente discutido por el CNM ¿Por qué entonces no comenzar todo de
nuevo, antes que terminemos dañando más al órgano que elige a nuestros jueces,
y también al Congreso, que parece atrapado por la fascinación de defender lo indefendible?