LA CLARIDAD PARA LLEGAR A LO CORRECTO
El
juego de las sombras
Por
César Azabache Caracciolo
¿Cómo aprendemos a diferenciar verdad y mentira en
una sociedad organizada sobre el engaño? Somos el primer productor de coca del
mundo y traficamos con oro en dimensiones aún no establecidas. El 70% no
bancarizado de nuestra economía forma el agujero por el que se filtran fondos
de origen absolutamente incierto. Traficamos con predios adquiridos por
invasiones y mentimos sistemáticamente sobre el modo en que financiamos nuestra
política oficial.
Empujamos a nuestros servidores públicos a
convertirse en empleados de empresas privadas y no nos importa el destino final
del combustible asignado a nuestras principales dependencias públicas. Creamos
y multiplicamos esquemas basados en el clientelismo y el falso mecenazgo y lo
disfrazamos de servicios profesionales. ¿Qué nos impide crear anónimos, falsos
colaboradores, agentes encubiertos informales, trampas o documentos falsos?
¿Acaso bastan suspicacias y desconfianzas intuitivas para establecer diferencias
en medio del juego de sombras en que nos estamos moviendo?
Hemos cultivado la habilidad de desarrollar
cruzadas parciales y, en algunos casos, imprecisas. Nos lanzamos a la
persecución del terrorismo en las décadas de 1980 y 1990, pero acumulamos tal margen
de inocentes avasallados por el sistema que el propio Alberto Fujimori tuvo que
formar una comisión especial para liberarlos (la Comisión Lanssiers).
Desmontamos la organización de Vladimiro Montesinos en la transición, pero en
el camino cometimos más de un error y más de un abuso que aún esperan
reconocimiento y reivindicación pública.
Con estos antecedentes abordamos la cuestión sobre
corrupción en los gobiernos regionales y estamos ahora a las puertas de iniciar
una revisión quizá muy intensa sobre la relación entre los márgenes de ganancia
privada en obras públicas y posibles sobornos. Hacerlo es inevitable y, de
hecho, útil, ¿pero cómo prevenimos engaños y cómo nos protegemos de nuestra
obstinada tendencia a organizar linchamientos colectivos de manera totalmente
irreflexiva y predecible a la primera aparición de un falso as de espadas?
Declaro mi desconfianza ante cualquier
apresuramiento en asuntos de relevancia legal. No admito condenas a priori
cuando navegamos en un mar de mentiras elevado a su máxima potencia por nuestra
adicción a la intriga y al uso de anónimos, colaboradores, grabaciones y
filtraciones de todo tipo de información privada.
Si en algún momento necesitamos procedimientos
equilibrados para tomar decisiones sobre lo justo, ese momento es ahora. No
necesitamos más cruzadas, pero requerimos de más procesos equilibrados que nos
permitan tomar decisiones maduradas de manera reflexiva en los asuntos sobre
corrupción y justicia que ahora tenemos entre manos.
Algo está cambiando muy rápidamente en las
expectativas de los ciudadanos de la región sobre el alcance de las
limitaciones a la circulación de dinero entre el sector privado, la política y
el Estado. Y eso es positivo. En las décadas de 1980 y 1990 aprendimos que la
vida humana no es un recurso que pueda ser sacrificado en nombre de la
seguridad nacional.
En este siglo tendremos que aprender que los
sobornos son verdadera y no solo teóricamente inaceptables. Paguemos las
consecuencias que haya que pagar durante este aprendizaje. Pero si debemos
hacer ajustes, no perdamos de vista la imperativa necesidad de mantener el
equilibrio, de dudar permanentemente de nuestras primeras impresiones sobre
cada asunto que debamos discutir en adelante. Si hay algo ambiguo entre
nosotros, es el modo en que manejamos la palabra, la verdad y los nombres en
medio de las sombras.
Publicado en El Comercio el lunes 24 de agosto del 2015
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