El viernes 21 el semanario H13 publicó la primera entrevista que Castillo ha concedido a un medio en forma. Y claro, tratándose de un personaje autoinstalado en un espacio de permanente silencio fuera de las plazas, el texto se ha convertido en cuestión de laboratorio.
La entrevista dibuja a un personaje que no está cómodo en el diálogo. Castillo parece ser alguien que prefiere el enunciado unilateral respondido con arengas antes que un espacio de intercambio horizontal. No parece interesado en construir nada en absoluto a partir de espacios de este tipo. Su lenguaje parece ser el lenguaje de alguien que quiere terminar lo más rápido posible con la cita y punto. Alguien que no diferencia entre ser entrevistado y ser interrogado. Pero, emplazado, tiene que responder. Y es inevitable que su entrevistador, César Hildebrandt, transite entre otras cosas por sus casos legales.
La primera pregunta que se refiere a estos asuntos indaga por un incidente doblemente incómodo. Una de las fiscales que tiene en sus manos asuntos que involucran a Castillo, Norah Córdova, ha sido cuestionada porque, en tiempos de elecciones, publicó comentarios basados en sus preferencias políticas en redes sociales. Y claro, sus preferencias no estaban precisamente alineadas con Pedro Castillo. La defensa de Castillo pidió que la aparten del caso. Pero nuestros procedimientos no conceden a quien está siendo investigado el derecho a hacer ese pedido. Entonces la defensa de Castillo perdió.
En la entrevista César Hildebrandt indaga sobre esto. Y la respuesta de Castillo merece navegar bajo las líneas: “No soy de las personas que entorpecen las funciones de alguien que está cumpliendo su labor”. Creo que era el momento de preguntarle porqué entonces su defensa intentó, en una derrota casi simultánea, que destituyan al procurador Soria, que fue quien pidió que lo investiguen. Pero Hildebrandt no lo hizo.
Líneas después Hildebrandt indaga sobre la lista de personas que lo visitaron en el inmueble de Sarratea, en Breña. Castillo dice que no hay una lista porque ese local no es un “despacho funcional”. Pero también dice que allí tuvo conversaciones “con gente amiga que estuvo en la campaña”. “Compatriotas”, les llama. Y sostiene que por eso, porque son “compatriotas”, haberles recibido no puede ser “un error”.
Entonces no habrá una lista oficial, una de esas que imprimen y se suben a los portales. Pero Castillo ha reconocido que hay un conjunto de personas que se reunió con él en Sarratea; que la llave de acceso a ese espacio la tenían quienes lo apoyaron en la campaña, que recuerda quiénes fueron y que en adelante debe tener “mayor cuidado” y aprender a “identificar a las personas”.
Una lástima que Hildebrandt no le haya pedido que enumere a los compatriotas que fueron a visitarlo en Sarratea.
Además del espacio de Sarratea, la entrevista transita por las dos relaciones que más problemas legales han traído a Castillo. Bruno Pacheco y Karelim López. Castillo reconoce que fue un error nombrar a Pacheco en la secretaría de Palacio de Gobierno (“a veces uno se equivoca y uno aprende de los errores”). Fiel a su estilo, no avanza desde ese reconocimiento a una autocrítica (“yo no tenía que asumir ninguna responsabilidad”). Luego parece culpar a Pacheco por la presencia de Karelim López en su entorno (“yo nunca la cité”). Niega haberse reunido con ella (“no sé porqué fue y nunca nos encontramos”). Se desentiende del modo en que López organizó la fiesta de cumpleaños de su hija (“para mí también fue una sorpresa”).
No tenemos manera de saber si Castillo miente o no. Pero si miente, este podría ser el tipo de declaraciones que desatan delaciones.
Lo sabremos en los siguientes días.
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