Lima, Enero 20 del año 2012
Señor
Juan Jimenez Mayor
Ministro de Justicia.
De mi mayor consideración,
He
seguido con sumo interés todas las reacciones que se han generado a
consecuencia de mi designación como agente del Estado peruano para el caso Cruz
Sánchez y otros. He tomado nota, comprendiéndolas, de las dudas que genera el
que parte de mi experiencia profesional provenga de mis trabajos sobre derechos
humanos, que son precisamente los que me hacen conocer el modo de organizar
casos ante la Corte y el modo de ganarlos. Me queda claro, por cierto, que el
objetivo principal del gobierno en este asunto consiste en respaldar al país y
respaldar a quienes poniendo en riesgo sus vidas tuvieron a su cargo la
recuperación de la residencia y el rescate de los rehenes de manos terroristas.
Y me queda claro que el primer resultado que debe ganarse en esta dirección
consiste en ampliar al máximo posible la base de consenso que respalde la
defensa del Estado ante la Corte.
He
insistido en sostener que de acuerdo a las evidencias presentes en agosto del
2002 (fecha decisiva para el caso ante la Corte), ninguno de los comandos
regulares de las fuerzas armadas que intervinieron en el rescate puede ser
acusado por nada semejante a una violación a los derechos humanos ante ningún
Tribunal. He insistido además en sostener que conforme a las evidencias
existentes entonces, la decisión de la Corte Suprema de apartarlos del proceso
por el que fueron incluso detenidos se justifica completamente. También he
sostenido que esas evidencias justifican que la Suprema haya retenido en sus
manos competencia para juzgar por lo menos uno de los tres casos que ahora
están en juicio, no contra los Comandos por cierto.
Pero
más allá de mis opiniones y de mi convicción sobre la manera de ganar este
caso, en lo que hay que ganarlo, con las propias reglas de la Corte por cierto,
me parece decisivo respaldar el proceso que el gobierno ha iniciado para
ampliar al máximo posible la base de consenso alrededor de la defensa del
Estado. Hoy, impedido como estoy por la naturaleza del encargo de salir al
debate sobre los hechos que marcan nuestras diferencias, encuentro que la mejor
manera de apoyar este proceso es apartarme de la defensa encomendada, permitir
que el debate sobre lo que hay que hacer pueda volver a comenzar desde el
principio y continuar opinando sobre estos asuntos desde mi propio punto de
vista, como ciudadano independiente y como el abogado libre que soy.
Este tramo inicial, difícil por cierto para todos, ha
servido al menos para que sepamos, como ya sabemos, quienes somos en este caso,
qué pretendemos, qué aceptamos, en qué no estamos de acuerdo y qué estamos
dispuestos a sacrificar en un camino que recién comienza a recorrerse.
A su
entera disposición,
César Azabache
Caracciolo
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