Brazaletes y prisiones
César Azabache Caracciolo
Aunque son una buena medida, tal vez sea un error atribuir a los
brazaletes, como parece estarse haciendo, un papel decisivo en la solución del
problema de sobrepoblación en las cárceles. De hecho, los brazaletes deben
resolver de plano los problemas que ha mostrado el uso intensivo del arresto
domiciliario desde principio de la década pasada. Un brazalete cuesta, por
definición, menos y probablemente sea más eficaz que un pelotón de agentes de
policía vigilando la casa de un detenido. El sistema puede migrar ahora a la
vigilancia electrónica, con lo que supera los problemas de falta de personal
policial, y de paso puede expandirse para introducir la condena a prisión
domiciliaria, que no existía en nuestro medio. Estas son, sin duda, buenas
noticias. Pero el impacto estadístico de la medida podría ser más limitado de
lo esperado.
Ocurre que en nuestro medio los casos con riesgo de condena por
periodos menores a los 4 años no suelen provocar la detención de nadie. En estos
casos es frecuente que sólo se mantenga al vigilado bajo reglas de conducta que
son tan generales que pasan desapercibidas para cualquiera ¿Por qué? Porque en
nuestro medio no hay centros transitorios de detención para procesados ni hay
centros municipales para el cumplimiento de condenas. En ausencia de
establecimientos intermedios, las cárceles se vuelven una respuesta atroz
frente a delitos que pueden no merecer una solución tan grave. Y a falta de
opciones, los jueces optan por condenas simbólicas¿Se va a usar los brazaletes
para estos casos? Probablemente no, porque los brazaletes agravan el régimen de
vigilancia que actualmente se usa, y nadie en su sano juicio va a aceptar portar
un brazalete cuando la opción es tan insignificante como firmar un libro de
control una vez al mes o algo semejante ¿Y entonces en qué casos se van a usar?
Si algo no cambia, sólo se van a usar en los casos de riesgo de condenas de 4
años 1 día a 6 años. El problema es que este rango de casos, probablemente, sea
estadísticamente muy poco relevante.
La paradoja es la siguiente: Para que los brazaletes operen de manera
intensiva, el riesgo de ir a la cárcel debe romper el cerco de 4 años. Y esto
requiere, contra lo que parece estarse creyendo, iniciar la construcción de
centros municipales de detención transitoria, desarrollar centros municipales
de cumplimiento de condenas para casos de baja peligrosidad y desarrollar
sistemas municipales de vigilancia de cumplimiento de condenas y restricciones
temporales a la libertad.
Es evidente que la estructura actual del INPE no puede asumir ese
desafío. El espacio para la municipalización del sistema queda, por tanto,
abierto de manera definitiva.
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