EL CASO MARTÍN BELAUNDE LOSSIO
En
silencio
Por
César Azabache Caracciolo
Solo en noviembre del 2014 se reveló el Caso
Antalsis, basado, nuevamente, en la aparición pública de e-mails de fuente
incierta. El mismo mes, en evidente respuesta, Martín Belaunde Lossio anunció
desde la clandestinidad que no sería detenido “gratis”.
Días después, el ministro Daniel Figallo y el
procurador anticorrupción Christian Salas discreparon públicamente (¿por qué en
público?) sobre la posibilidad de recibir las evidencias (desconocidas) que
Belaunde Lossio pudiera tener (pero que no había ofrecido a nadie) sobre algún
caso (jamás revelado) a cambio de ventajas legales (que, por cierto, no
dependían de ninguno de los dos).
La pugna (innecesaria) y el debate (hecho a ciegas)
dejaron evidentemente poco o ningún espacio para que una revelación, o la
amenaza de una revelación, pueda ser útil en Lima. Belaunde Lossio escapó hacia
Bolivia, aparentemente comenzando diciembre, para reproducir la escena sobre un
nuevo marco legal: en esta segunda versión, anunció que lo estaban persiguiendo
(jamás ha dicho quién exactamente) y pidió protección legal.
La historia, por cierto, sugería que Belaunde
Lossio podía entregar en Bolivia las evidencias que debería haber tenido en sus
manos para dar sentido al asunto Figallo-Salas. Una historia distinta habría
quedado al descubierto si Belaunde Lossio confirmaba que era portador de un
caso más importante y grave que el suyo propio y si hubiera podido probar que
sus intentos por revelar ese caso en el Perú fueron bloqueados.
Entonces, habría tenido un verdadero caso de
refugio. Y sin duda lo sabe, de manera que anunciar un caso de refugio
equivalía a lanzar una segunda amenaza contra alguien que permanece en la
sombra.
Pero no es esto lo que hizo. Ya en enero, Belaunde
Lossio ha puesto punto final a la escena dejando en claro, siempre en público,
que no va a entregar evidencias de ningún tipo ni va a contar historias
distintas a las que ya conocemos.
Me queda claro que sabe, y sus abogados saben, que
la declaración de La Paz equivale a una capitulación. Al final de la escena (no
perdamos jamás de vista los gestos), Belaunde Lossio se entrega en La Paz, en
silencio, para permanecer detenido por un día, terminado el cual, por razones
perfectamente comprensibles, es trasladado, también en silencio, al lugar que
él mismo eligió. ¿No es evidente que la secuencia de su entrega contiene más de
una clave que revela el perfil del caso que Belaunde Lossio espera poder
administrar en adelante?
Para fines institucionales, esta historia ha
terminado, al menos provisionalmente. Belaunde Lossio no nos entregará una
nueva historia. Sus abogados intentarán que el caso de extradición sea lo más
pequeño posible, tratarán de controlar el Caso Antalsis y se organizarán para
resistir los embates del Caso Áncash, contando con que tendrán que alternar
períodos bajo arresto domiciliario con eventuales períodos cortos de prisión
efectiva.
El esquema parece apoyarse en expectativas
construidas sobre el resultado que ha tenido, a la larga, el Caso Quimper.
Paulatinamente, esta historia tendrá cada vez menor atención pública y mayor
espacio para discutir cuestiones legales y objetar la suficiencia de las
evidencias en condiciones estables. Claro, salvo que en el camino se mueva otra
pieza en este complejo rompecabezas.
Alguien bautizó este tipo de esquemas con una
frase: “Pasando por debajo de la ola”.
Alfil como torre de reina; enroque.
Publicado en El Comercio el 26 de enero del 2015
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