En busca de un punto de equilibrio
César Azabache Caracciolo
En un artículo publicado en esta misma página (El Comercio,
9/05/2011) Jose Daniel Amado Vargas nos ha ofrecido una opción interesante para
resolver el dilema que contiene la elección de junio. Si la cuestión en juego
proviene de la desconfianza que inspiran ambos candidatos, entonces deberíamos
concentrarnos (dice él, más allá de los compromisos y juramentos) en fortalecer
y prepararnos para usar intensivamente aquellos mecanismos institucionales que
han sido diseñados para contener cualquier exceso del Ejecutivo y equilibrar el
juego de poderes. En concreto, el artículo de Amado Vargas invita a trasladar
nuestras expectativas de orden y estabilidad, desde la elección del Presidente,
hacia la designación del Gabinete entrante, en especial del Primer Ministro, y
de las principales magistraturas que deben ser cubiertas por elecciones del
parlamento en el segundo semestre.
Creo que es una buena idea. Una
Presidencia del Consejo de Ministros fuerte operó como llave para resolver los
problemas de confianza que provocaron en determinados momentos los gobiernos de
los Presidentes Toledo Manrique y García Pérez. Tal como quedó establecida
desde la transición de Paniagua, la Presidencia del Consejo de Ministros puede
funcionar con enorme vitalidad como eje de articulación de las relaciones entre
el Ejecutivo, el Parlamento y el electorado. Y puede ofrecer una alternativa de
equilibrio que nivele la sensación de desconfianza e imprevisibilidad que
ofrecen, desde más de un punto de vista, los actuales candidatos. Trasladar el
baremo de elección desde el candidato y la minoría a la que representa al poder
de convocatoria y la estabilidad del próximo gabinete puede ser una excelente
idea. Por ello, exigir a los candidatos que sean capaces de presentar sus
opciones de Gabinete y de Primer Ministro no sería en absoluto inoportuno. De
hecho, creo que nadie aceptaría que las dos candidaturas en carrera puedan
haber pasado por alto a estas alturas que necesitarán un gabinete fuerte si
ganan las elecciones. Y estamos a menos de un mes de los comicios finales. No
tendría sentido entonces que los candidatos pretendan "prematuro"
discutir sobre el modo en que se conformarían sus próximos equipos
ministeriales a estas alturas. De hecho, la cuestión sobre la identidad del gabinete
puede ser la llave necesaria para alejarnos del dilema de elegir la opción en
la que menos desconfiamos, para abrirnos las puertas a un voto seguro y
reorientado sobre nuevas bases.
Pero la
cuestión del Gabinete y el Primer Ministro no es la única en la agenda. Las
crisis institucionales se expresan en cuatro foros: los medios de comunicación,
el parlamento, la judicatura y el Tribunal Constitucional. La cuestión sobre la
preservación de independencia de los medios ha sido ya puesta en debate. La
independencia del parlamento puede resultar de sostener los esfuerzos ya
iniciados por consolidar el equilibrio que produce un resultado "a tres
bandas" como el que parecen haber producido las elecciones. La
independencia de la judicatura, y por extensión de las Fiscalías, parece
asegurada por diferentes razones por la investidura de los señores San Martín
Castro y Peláez Bardales al frente de cada una. La cuestión por resolver,
entonces, proviene de la elección que viene de dos miembros del Tribunal
Constitucional. El señor Vergara Gotelli ha agotado su ciclo. El Presidente
Mesías Ramírez está a punto de hacerlo. Más allá de los debates y las críticas
que determinados fallos puedan haber producido, el Constitucional está llamado
a consolidarse como uno de los principales factores de estabilización del
sistema institucional en el siguiente periodo. No es para nada inoportuno
entonces que comencemos a pensar, desde ya, en la forma de garantizar una
selección inteligente de los nuevos miembros que integrarán el Constitucional.
La lista
debería incluir además la elección del nuevo Defensor del Pueblo. Y debería
proyectarse también hasta asegurar la independencia de las entidades
reguladoras.
De hecho, es aquí donde acierta Amado
Vargas: Desconfiamos ahora de nuestra capacidad para mantener las bases de
estabilidad que construimos en estos últimos 10 años. Fortalecer nuestros
contrapesos institucionales y prepararnos para hacer funcionar el sistema de
manera menos concentrada puede ser una buena manera de resolver la incertidumbre
y terminar de alcanzar la madurez política que nos falta para consolidarnos
como Estado.
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