El debate final
César Azabache Caracciolo
Hemos perdido en este juicio
demasiado tiempo en discutir cosas innecesarias. La Fiscalía y la defensa de
víctimas y acusado han mostrado un profesionalismo digno de aplauso. Pero
cuatro meses sólo para exponer conclusiones constituyen un exceso innecesario ¿Acaso
alguien pretende que la Sentencia siga el mismo estilo y sea leída en
agotadoras audiencias durante otros cuatro meses? Con el mayor respeto, lo más
sano será que hagamos como si el juicio hubiera estado en receso. El tribunal
ha dado muestras de sabiduría para mantener la imparcialidad y sin embargo sostener
el valor comunicacional de las audiencias. Sería, creo, sumamente útil que usando
esta sabiduría, invente una manera de reinstalar el juicio en el centro de la
atención pública. Antes de darle la palabra al acusado, el tribunal podría
pedirle a las partes que en una sola sesión pública resuman las cuestiones que
proponen resolver al tribunal. Resumir estos cuatro agotadores meses en una
sola sesión que centre las cosas sin más dispersiones podría ayudarnos a
recuperar el espacio público que ha perdido el juicio más importante de nuestra
historia republicana. Estamos discutiendo las reglas sobre la responsabilidad
penal de un mandatario. El resultado del juicio es entonces fundamental y no
puede quedar ahogado por el desgaste.
Además el tribunal deberá crear
la manera de emitir una sentencia clara y concisa. En cuestiones morales los excesos
retóricos y las exhibiciones de erudición no son útiles. El tribunal no debe
caer en la tentación en que cayeron los abogados. Y es que un juicio no es
lugar para repasar tratados de derecho ni para resolver disputas académicas. El
juicio es un espacio institucional diseñado para discutir sobre lo justo. Y en
este caso, lo justo depende del modo en que se encaren las reglas sobre la
responsabilidad de un mandatario por crímenes cometidos durante su gobierno
¿Existen reglas distintas a las que corresponden a los autores directos y
habituales de delitos? ¿Cuáles son estas reglas y cómo se fundamentan? Fuera de
los casos en que un mandatario personalmente comete un crimen (que son casos
que no admiten mayor discusión) ¿es en verdad responsable el mandatario que no
hace nada por evitar lo que está pasando? Este debería ser el tema del juicio.
Pero la posibilidad de encararlo ha quedado ahogada por el tedio que han producido
estos últimos cuatro meses de discursos.
Entonces la cuestión a retomar son
las reglas sobre la responsabilidad del mandatario. Desde mi punto de vista es
poco probable que en el caso Barrios Altos se pueda condenar al acusado por
algo distinto a no haber reaccionado después del hecho. No haber reaccionado
después del crimen no lo hace autor de esas muertes. Lo hace responsable por
encubrimiento y por omisión, que son delitos distintos. Pero el encubrimiento y
la omisión, dado que se trata de un mandatario, forman la base desde la que
resulta indiscutible la responsabilidad de Fujimori por los crímenes de La
Cantuta. Por cierto, responder por dejar hacer a otro no es exactamente lo
mismo que responder por haber ordenado los crímenes. Hay un grado de diferencia
entre ambas cosas. Pero la aquiescencia con la muerte es suficiente, en estas
condiciones, para justificar una condena muy severa.
¿Porqué Fujimori no desarticuló
al Grupo Colina a tiempo? El juicio no ha explorado nada sobre el trasfondo de
la historia que resumen los dos crímenes en debate, y eso es algo a lamentar
¿Acaso se quería acaso llevar al novato Presidente a un crisis que lo obligara
a tomar postura en un asunto en el que su posición no estaba clara? Es probable
que Barrios Altos haya sido algo parecido a un chantaje ideado por alguna mente
perversa para “alinear” al mandatario a favor de cierto sector de las fuerzas
de seguridad. No lo sabemos con certeza. Pero la crisis se produjo. Impuesto
Barrios Altos, Fujimori eligió la aquiescencia con la muerte como estrategia
política. La responsabilidad que corresponde a esa elección es lo que de manera
clara y honesta debemos discutir de cara a una sentencia que, sin duda, fijará
un punto de quiebre en lo que en adelante exijamos a quienes asumen la
conducción de la república.
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