PROPUESTA SOBRE EL RETORNO DE LA
BICAMERALIDAD EN EL PERÚ
Alegato
por la reinserción del Senado
¿Quiere Fuerza Popular probarnos que está inmunizado de las tentaciones autoritarias de los años 90? Pues entonces comprométase públicamente a impulsar una reforma constitucional que restablezca el Senado. Una primera elección de senadores para el año 2018 o 2019 puede ayudarnos a resolver los enormes desafíos institucionales que imponen las condiciones con las que abordamos el cuarto período electoral consecutivo de nuestra historia reciente. Y puede lograr que esa mayoría absoluta que ahora detenta Fuerza Popular no se convierta en el fundamento de una nueva desviación autoritaria del sistema político.
El Senado puede ser clave en el reforzamiento de un
sistema institucional tan erosionado como el nuestro. Un Senado, aun más si se
establece en un ciclo distinto a la elección de los congresistas, puede ayudar
a formar una manera de hacer la política basada en el prestigio, la
sostenibilidad de los acuerdos y la primacía de la negociación institucional.
Esas son cosas de las que actualmente carecemos y que necesitamos si queremos
resolver nuestro entrampamiento institucional.
De hecho las ventajas de restablecerlo son mayores
al supuesto “alto costo económico” asociado a implementarlo. Un Senado ofrece
un espacio que modifica las reglas de designación de las más altas
magistraturas, Tribunal Constitucional, Corte Suprema, BCR y Defensoría del
Pueblo incluidos. Un Senado conforma un cuerpo de menor tamaño y mayor
experiencia política que una cámara de Diputados y concentra mayor peso
político que el Consejo de la Magistratura, por ejemplo. La existencia del
Senado además ofrece una perspectiva distinta a la carrera política de los
congresistas, algunos de los cuales podrían dejar de actuar como si hubiera que
aprovechar los únicos 5 años que tendrán de carrera política si tuvieran un
estímulo mayor de ascenso.
La necesidad de contar con un Senado lo antes que
sea posible se hace además evidente ahora que enfrentamos -la primera vez desde
1995- un Congreso con mayoría absoluta predefinida. Excluyendo toda suspicacia,
parece imposible dejar de observar que el Congreso de 1995 formó parte del
marco institucional que hizo posible la historia de finales de los 90. De
hecho, muy buena parte de los casos por corrupción que marcaron la transición
del 2001 corresponden a ese período.
No pretendo con esto hacer cargos contra nadie en
particular ni lanzar ninguna sugerencia específica. De hecho creo que cualquier
agrupación que hubiera controlado un Congreso unicameral en condiciones
semejantes a las de 1995 habría generado alguna versión propia del colapso en
que se puso al sistema entre los años 1998 y 2000.
Entonces, el Senado es en realidad necesario porque
los congresos unicamerales funcionan bastante mal. O la dispersión del voto los
paraliza (observen cuánto nos cuesta cada elección de magistraturas que debe
pasar por sus manos) o la concentración en ellos de mayorías sin contrapeso
hace prácticamente imposible sostener cualquier forma de equilibrio
institucional incluyente. Por cierto, en la mayoría de sistemas parlamentarios
el equilibrio no se obtiene apostando a una sola Cámara, sino a las
renovaciones por tercios y al juego de contrapesos entre dos, una de
representantes y otra de senadores.
Publicado en El Comercio el lunes 23 de mayo del 2016
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