MERCENARIOS EN CRECIMIENTO
Tablada
de Lurín
Por
César Azabache Caracciolo
¿Cuál es el proceso que posibilita que alguien
organice la invasión de un predio (sea zona arqueológica o no), que pueda
reclutar 100 o 200 voluntarios que se alquilan para simular una acción
espontánea, que pueda mantener en la reserva una milicia urbana que espera para
arremeter contra la policía y que asuma, además, que puede quedarse con el
lugar? Si quieren conocer la respuesta, visiten, por ejemplo, el kilómetro 23,5
de la avenida Túpac Amaru, en Carabayllo.
Encontrarán una caseta que vende públicamente
terrenos que fueron invadidos en el verano del 2012 por una turba falsamente
espontánea que, después de destrozar las marcas y derrumbar el galpón de
trabajo de los obreros que estaba en la zona, cedió el paso al grupo de
traficantes que dirigió el despojo y ahora cotiza en 120 o 160 dólares en
efectivo el metro cuadrado invadido.
A ese precio, casi 20 hectáreas invadidas producen
una utilidad de más de 20 millones de dólares, que luego deben ser lavados y
que, parece innecesario decirlo, no pagan impuestos ni serán detectados jamás
por la Unidad de Inteligencia Financiera.
Así, tenemos instalado en nuestra economía un
mercado clandestino que trafica con el resultado de las invasiones y que está
generando un mercado secundario de organización de milicias urbanas que ya
hacen más que invadir tierras. Tenemos consumidores a los que no les importa si
la tierra que compran está registrada formalmente o no; lavadores de los fondos
que se generan en este circuito que, no debería sorprendernos, pronto formarán
bancas de usura; y oportunistas metidos en política que están comenzando a
alquilar estas milicias para organizar protestas o, preferiría decir, chantajes
sociales que les permitan mantenerse en sus cargos.
¿Cuántas invasiones se están comerciando en este
momento en Lima? ¿Qué representan estas ventas en términos de generación de
fondos de origen clandestino? Todos los mercados descansan en el desarrollo de
sistemas de seguridad.
¿No es acaso evidente que un mercado clandestino
como el que generan las invasiones está en el origen de las milicias urbanas
que actuaron en La Parada, en Ilave y ahora en Tablada de Lurín? ¿No es
evidente que milicias como estas tienden a expandirse hasta estar en la base de
las prácticas de extorsiones y asesinatos a sueldo que aumentan en la ciudad?
¿O qué creemos que hacen los milicianos en sus “tiempos de para”?
Me pregunto qué ocurriría si una de las fiscalías
de criminalidad organizada comenzara a juntar testimonios sobre invasiones
organizándolos por zonas, y preparara investigaciones sobre la base de
identificar los patrones comunes que cada una revela.
¿Qué pasaría si comenzáramos a abordar el mercado
clandestino de tráfico de tierras en nuestro medio, como abordamos el de
tráfico de drogas, con operaciones para interrumpir el ciclo de
comercialización y atacando no a los consumidores finales, sino a quienes
concentran las ganancias de estos negocios?
La Parada, Tía María y ahora Tablada de Lurín
demuestran que las invasiones están en la base del desarrollo de un mercado
secundario de mercenarios en plena expansión. Las escenas que se han generado
en estos incidentes ilustran de manera muy clara la dimensión del riesgo que
enfrentamos como país. Detengamos el proceso o nos arrastrará. La decisión es
nuestra.
Publicado en El Comercio el lunes 25 de mayo del 2015
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