Las
diferencias entre el titular de Justicia, Daniel Figallo, y el ex procurador
Christian Salas
La
discrepancia
Por
César Azabache Caracciolo
El 25 de noviembre el titular de Justicia, Daniel
Figallo, y el entonces procurador Christian Salas discreparon en público sobre
la posibilidad de usar los procedimientos de colaboración eficaz en el caso de
Martín Belaunde Lossio. Esta discrepancia marcó el inicio de una de las crisis
más incómodas que ha tenido este régimen. Un mes después, el ministro Figallo
se ha salvado de la censura, pero su presencia en el Gabinete está, nos guste o
no, herida de muerte. El Caso Belaunde Lossio recién comienza a investigarse y
tiene muchísimas incógnitas por despejar. La permanencia del ministro al frente
del despacho mientras se desarrollen las investigaciones multiplicaría, sin
duda, el impacto político de cada incidente futuro. Un cargo público vigente,
una objeción que adquiere determinado nivel de intensidad y un caso legal de
destino incierto han demostrado ser una pésima combinación para sostener el
equilibrio institucional que necesita cualquier gobierno.
Pero me sigue pareciendo llamativo notar que esta
crisis nunca ha tenido sentido. La crisis existe porque la escena indica que se
habría pretendido conceder a Belaunde Lossio determinadas inmunidades. Pero el
nivel de notoriedad de Belaunde Lossio habría hecho imposible esto sin
necesidad de provocar grandes debates públicos. Las inmunidades solo pueden ser
concedidas a personajes anónimos que asumen riesgos reales por entregar
información o evidencias contra alguien más poderoso que él y Belaunde Lossio no
parece estar en esta condición. Aun así, imaginemos a Belaunde Lossio pidiendo a sus abogados negociar algo a su
alcance, como una disminución de condena contra la entrega de evidencias. Para
que la oferta pueda ser tomada en serio, las evidencias ofrecidas habrían
tenido que ser útiles para cerrar un caso contra alguien más importante que él
o tendrían que permitir recuperar fondos públicos lavados por alguna
organización que, evidentemente, no haya liderado él mismo. Si se trataba del
Caso César Álvarez, el primero en su agenda con la justicia, el acuerdo podría
haber parecido innecesario, porque el caso está casi completo. Pero si se
trataba de recuperar fondos públicos habría sido absurdo que Salas, formado por
Julio Arbizu en recuperaciones, se niegue a respaldar las negociaciones.
Sin una oferta sobre la mesa la discrepancia del 25
de noviembre sería inexplicable. Una buena oferta en la mesa la habría hecho
imposible. Dado que la discrepancia es pública, debemos concluir que estamos
ante la presencia de una oferta discutible. Los casos notorios como este no
autorizan proceder en estas condiciones. Pero una oferta discutible mostraría a
un Belaunde Lossio puesto en condiciones de negociar. Entonces lo que
correspondía era subir la vara del requerimiento, no intentar forzar un acuerdo
discutible ni patear la mesa y hacerlo imposible. Entonces ni siquiera buscando
un escenario en que la escena sea sensata resulta aceptable el desenlace.
Para discutir colaboraciones, las ventanas deben
estar cerradas y la mesa ubicada en el lugar que corresponde (la fiscalía, para
ser exactos). La cuestión a resolver en estos casos nunca pasa por la identidad
del solicitante (por definición todo solicitante es incómodo desde cierto punto
de vista), sino por la utilidad de la evidencia que pone sobre la mesa. No
deberíamos estar hablando de esto, pero ya que los señores Salas y Figallo
hicieron pública la cuestión, cabe preguntarles: ¿Qué ofreció Belaunde Lossio,
en realidad? Si la respuesta fuera “nada”, entonces señores, lamentaría
concluir que merecen, ambos, regresar a sus casas.
Publicado en El Comercio el 22 de diciembre del 2014
Publicado en El Comercio el 22 de diciembre del 2014
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